(cOsAsDiveRTIdAs:185817) ¿Quieres ser mi amigo/a?
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¿Quieres ser mi amigo/a? |
por Rolando Hanglin |
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Primer día en el jardín de infantes. Recuerdo que, en aquellos tiempos remotos, no se había inventado la adaptación. De modo que mi madre me dejó allí, solo, entre maestras y compañeritos desconocidos. Todos ellos de inocultable maldad, a pesar de sus cuatro años de edad. Lo primero fue llorar desconsoladamente por la ausencia de mamá. Después de media hora, uno se compone, y al cabo de un rato encuentra a una persona de aspecto favorable.
- ¿Querés ser mi amigo/a? Es lo primero que uno dice, en su rudimentario acercamiento a la gente extraña. Más adelante, la vida te enseña que hay otros modos de iniciar una amistad. Por eso resulta un poco raro que organizaciones sociales pensadas para personas adultas nos informen que "Pedro (o Josefina) quiere ser tu amigo/a".
Uno responde que sí, que cómo no, y al día siguiente llega la correspondiente notificación: "Pedro (o Josefina) ahora es tu amigo/a".
Punto. Terminó la amistad. No hay más trato que ese. Uno sabe que existe un tal Pedro, o una tal Josefina, y eventualmente se puede mensajear con esta persona. Todo muy apurado, muy improvisado y sin verse las caras. Pero nada más: en eso consiste la "amistad".
Reconozco que hay matrimonios que se han iniciado por un chat en Internet, y que yo mismo me reencontré con primos que viven en Gran Bretaña, en los Estados Unidos, en sitios como Gibraltar o Kidderminster, gracias a la existencia de Internet. En otra época hubiera sido imposible.
Ahora me estoy refiriendo a la devaluación de la palabra "amistad". Desde luego, le podemos cambiar el nombre al objeto denominado "zapato" y llamarlo, en adelante, "paloma". Así podremos afirmar que cada mañana, al levantarnos de la cama, nos calzamos nuestro mejor par de palomas. Macanudo. Se puede cambiar el nombre de todas las cosas de la vida, pero no las esencias. Un amigo es algo trascendente, inolvidable y necesario para vivir. No un compañerito del jardín de infantes, cuyo apellido y vivienda desconocemos. Sobre todo en la Argentina, donde hacemos un culto muy fuerte de la amistad.
En efecto: los argentinos tenemos millones de defectos. Pero somos buenos amigos. Ya se sabe que aquí hay también amigos traidores, amigas chismosas, hay mentirosos, hay ladrones, hay falsos.... ¡Hay de todo! Pero dentro de las costumbres argentinas figura una entrega especial a la amistad. Será la ronda del mate, será la institución de la "barra" o "pandilla", será la ética tehuelche (el huésped es sagrado), será la necesidad de afecto de tanos, gallegos, árabes y gringos varios, congregados en una ciudad enorme y descampada. Será lo que sea, pero el argentino es un cálido amigo y está orgulloso de serlo. Hay amigos que se juntan para el mismo asado, el mismo partido de fútbol, la misma partida de pesca, el mismo campeonato de truco o de mus, desde hace 25 años. Hay señoras que se reúnen el primer viernes de cada mes desde que salieron del liceo, y ya son abuelas, y varias están divorciadas o viudas...o muertas.
Quiero decir que los argentinos, en esto de la amistad, sabemos de qué se trata. Somos tan expertos en esta materia como en fútbol o carne asada. Resulta un poco extravagante que se haya aceptado en nuestro país la amistad-Facebook. Pero en fin: también se aceptaron el Halloween, el Gran Hermano y el Baile del Caño, sin que se disuelva el país.
Acerca del "amigo/a" quiero evocar lo sucedido en la última Navidad, según el diario The Guardian de Gran Bretaña. Una muchacha llamada Simone Back subió a su página de Facebook, donde figuran 1.048 amigos, el siguiente mensaje: "Me tomé todas las pastillas y pronto voy a estar muerta, así que adiós a todos".
Entre las delicias de Internet se cuenta la feroz agresividad de todos los (millones de) participantes. Las cosas se dicen sin filtro. Se insulta, se desvaloriza, se ofende. Cada uno de los (millones de) participantes permanece oculto tras un cobarde nick , de manera que nadie le pedirá explicaciones por sus palabras, que frecuentemente caen en la obscenidad. Impera la ley de la turba, el lenguaje del linchamiento. O sea que los "amigos/as" por algún motivo odian a la humanidad, y les gusta expresarlo, lo cual no me parece ni normal ni meritorio, ni "válido como desahogo". ¿Desahogo de qué?
Los amigos de Simone respondieron: "Ella siempre toma pastillas de más, y además es mentirosa".
Otro: "Si quiere suicidarse, allá ella, pero un mal momento no es motivo para tomarse todo el frasco...".
Al cabo de dos días, la madre de Simone mandó su propio mensaje a Facebook: "Mi hija Simone acaba de morir, así que por favor déjenla en paz".
El periodista de The Guardian, Amitya Chokrobortty (de origen obviamente hindú) se sorprende de que ni uno solo de los mil "amigos" halla llamado por teléfono a Simone, o se haya dejado caer por la casa, a darle a una mano, aunque sea un rato de consuelo y compañía.
La respuesta es: ninguno de esos "amigos" tiene el teléfono o conoce la dirección de los demás. Nadie había conversado nunca con Simone personalmente. No había entre ellos un solo amigo verdadero. Amigo es alguien con quien se comparten aventuras, desdichas, largos ratos de nada, éxitos, viajes, comidas, fiestas, velorios, peleas, borracheras, confidencias.
¿Para qué usar, entonces, la palabra amigo? No sé: pregúntenle a Mark Zuckerberg. Según este genio de la vida actual, la conversación es una manera de transmitir información de manera rápida y eficiente. Nosotros teníamos otra idea, antes, en el Pleistoceno: la conversación era un modo de acompañarse, consolarse, compararse, aconsejarse y entretenerse. Por eso existían los cuentos, los chistes, los relatos, las historias privadas y otras maneras de entrelazar las almas mientras se bebía un vaso de vino o se caminaba dos kilómetros hasta el empleo. Y así, haciendo cosas, conviviendo y charlando, se establecían amistades que duraban, por ejemplo... cincuenta años. Aquello no era un "intercambio rápido de información". ¡Qué va!
Internet es un auxiliar valiosísimo para la vida. Pero hay algunas cosas para las que no sirve. Para estudiar a fondo un tema, no sirve. Para hacer amigos, no sirve. Para pedir ayuda, en general, tampoco sirve, porque uno va a parar -generalmente- a la carpeta de SPAM.
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