(cOsAsDiveRTIdAs:160706) He llorado de risa...




> Asunto: He llorado de risa...
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> Cuidado con las fabes y los jueguitos de ojitos
> cerraditos, jajajaja.
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> Un día llegó el amor, encontré a un maravilloso
> caballero y nos enamoramos. Cuando se hizo evidente que nos casaríamos
> hice el sacrificio supremo, como buena asturiana, y dejé de comer
> fabes.
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> Algunos meses más tarde, el día de mi cumpleaños,
> mi coche se estropeó de camino del trabajo a casa. Como vivía a las
> afueras llamé a mi marido y le dije que llegaría tarde porque tenía que
> ir andando a casa. De camino, pasé por un pequeño restaurante y el olor
> de la fabada fue más fuerte que yo. Con varios kilómetros por delante
> para caminar, calculé que se me iría cualquier efecto negativo de les
> fabes antes de llegar a casa, por lo que entré y antes de que me diera
> cuenta, ya había tragado tres buenos platos de fabada. De camino a casa
> me aseguré de liberarme de TODO el gas.
>
> Cuando llegué, mi marido pareció excitado de
> verme y gritó con gran alegría: ¡" Querida, te tengo una sorpresa para
> la cena esta noche! " Él entonces me vendó los ojos y me condujo a mi
> silla en la mesa. Tomé asiento y cuando estaba a punto de quitarme la
> venda de los ojos, el teléfono sonó. Me hizo prometer no tocar la venda
> hasta que él volviera y se fue a contestar la llamada.
>
> La fabada que había consumido todavía me afectaba
> y la presión se hacía más y más insoportable, tanto que mientras mi
> marido estaba fuera, aproveché la oportunidad, me apoyé en una pierna y
> dejé caer uno. No era ruidoso, pero olía como un camión de fertilizante
> delante de una fábrica de pulpa de papel. Tomé la servilleta de mi
> regazo y abaniqué el aire alrededor de mí enérgicamente.
>
> Entonces, cambiando a la otra pierna, dejé
> escapar otros tres. ¡¡La peste era peor que la col cocinada!!!
>
> Manteniendo mis oídos atentos a la conversación
> de mi marido en la otra habitación, continué tirando unos cuantos
> durante otros pocos minutos.
>
> El placer era indescriptible. Cuando más tarde la
> despedida telefónica señaló el final de mi libertad, rápidamente
> abaniqué el aire unas cuantas veces más con mi servilleta, la coloqué
> sobre mi regazo y doblé mis manos atrás sintiéndome muy aliviada y
> complacida conmigo misma.
>
> Mi cara debe haber sido la imagen de la inocencia
> cuando mi marido volvió, pidiendo perdón por tomar tanto tiempo. Él me
> preguntó si yo había echado una ojeada por debajo del vendaje de los
> ojos, y le aseguré que no.
>
> En este punto, él me quitó la venda de los ojos,
> y doce invitados a la cena sentados alrededor de la mesa, entre ellos
> mis suegros, cantaron a coro: ¡ Cumpleaños Feliz!
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> ¡¡ Y ...me desmayé!!!!!!!!!!!!!!
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