(cOsAsDiveRTIdAs:222912) ¿Por que apoyan la mentira? (politica)

 

¿Por qué apoyan la mentira?
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por Manuel Carbajal

La característica más afortunada del matrimonio K y sus seguidores (¿secuaces?) es su perfecta transparencia. Para cualquier persona con educación primaria y una cuota promedio de sentido común, es harto evidente que no son ninguna otra cosa más que politicastros corrientes, es decir, elementos corruptos y parasitarios de la sociedad pero que operan más o menos dentro de las leyes de la misma (al contrario de los ladrones “comunes”, por ejemplo). Lo único que los diferencia es su particular mezquindad, codicia y desdén por los límites elementales que plantean las leyes de un país más o menos republicano y que, al menos en las formas, rinde culto casi místico a la “democracia”, si bien ignora por completo el significado y alcance de dicho sistema de gobierno.

Y, sin embargo, millones los apoyan. Y no me refiero a aquellos gobernadores, intendentes, diputados, senadores, empresarios, funcionarios, periodistas, ñoquis, blogueros, empleados públicos, “intelectuales”, etcétera, etcétera, cuyos modus vivendi dependen en forma directa del favor K (que se cuentan, estoy seguro, por decenas de miles en todo el país), sino a individuos que no obtienen beneficio alguno del gobierno, ni tienen acceso a él, ni son escuchados por él, ni tan siquiera son respetados por el gobierno K, antes bien al contrario. Son perjudicados en prácticamente todos los aspectos de sus vidas por las consecutivas administraciones de esta simpática familia (vamos por la tercera). Son castigados por impuestos desproporcionados a sus sueldos, son víctimas de delincuentes sin control alguno, son incapaces de ahorrar, son los principales perjudicados por la inflación, etc.

Y que principalmente, y el nudo del presente artículo, son víctimas de las mentiras más groseras de las que este país tiene memoria y que son repetidas en forma sistemática por todos los medios disponibles en nuestro, hasta ahora decepcionante, siglo XXI: radio, televisión, Internet, cine, medios gráficos, y más recientemente obritas infantiles en colegios primarios y kindergarten del Estado.

Resultaría cansador hacer un repaso de las mentiras de este gobierno (y de las medias verdades, de la manipulación del idioma para ocultar la verdad y todo el repertorio del refinado arte de mentir que este gobierno trata de dominar) puesto que quienes se molesten en leer este artículo las saben de memoria. El verdadero punto de interés es ¿por qué tienen tanto público, aceptación y apoyo? ¿Por qué después de nueve años de gobierno mediocre a directamente catastrófico sigue habiendo miles de ciudadanos que apoyan con convicción y con cariño a la figura pública más antipática y arrogante desde la madrastra de Cenicienta?

Para comprenderlo quizás sea necesario primero descartar los motivos que generalmente explican el apoyo popular a líderes dañinos para un país y que no se aplican en nuestro caso.

Miedo. La totalidad de las dictaduras del siglo XX y muchos gobiernos autoritarios tuvieron como herramienta principal (y en algunos ejemplos notorios, única) el terror para asegurar su continuidad. A pesar de las más extremas condiciones de miseria, esclavitud, y terror permanente, los ciudadanos soviéticos, chinos, coreanos, sudaneses, somalíes, ugandeses, cubanos, alemanes, italianos, etcétera, soportaron y apoyaron por décadas a sus torturadores, porque lo contrario equivalía a la prisión, tortura o muerte, o -¿por qué no?- el tratamiento completo. Por ello, la población cumplía con todos los ritos y apoyaba cada una de las locuras de sus líderes, cualquiera fuera el costo de las mismas, ya sea en vidas o dinero o prestigio o dignidad humana.

Ciertamente éste no es el caso de la Argentina. La gente no apoya a CFK ni a sus esbirros porque le teman, de hecho un millón de personas salieron a la calle hace poco más de 60 días para subrayar que lo que menos le tienen a esta mujer es miedo.
Para que un gobierno o el Estado influya verdadero terror en la población es necesario que cuente con un amplio sistema represivo, con una infraestructura burocrática eficiente que lo apoye y principalmente personas dispuestas a cometer toda clase de delitos para proteger a la tiranía y sus propias cuotas de poder dentro de ella.
Es decir, es necesario contar con personas inteligentes y malvadas, y este gobierno no cuenta entre sus filas con personas en cargos relevantes que sean inteligentes (la personalidad de la mini autócrata excluye esa posibilidad) y, por más corruptos e inútiles que sean, tampoco son realmente malvados.

No les faltan ganas de oprimir a todos los que se les opongan y, dadas las condiciones necesarias, creo que utilizarían las vías de hecho para lograrlo, pero carecen de las habilidades “técnicas”, la convicción y la capacidad de organización elementales para ello.
En resumen, la gente común que apoya a CFK no lo hace por miedo (los funcionarios y cortesanos, sí).

Agresión externa. Muchos gobiernos han logrado aglutinar al pueblo en su apoyo invocando en forma mendaz o no, una seria amenaza externa, la posibilidad de una guerra o la acción deletérea y subterránea de fuerzas extranjeras que pretenden dominar o simplemente dañar a la Nación.
No es que CFK y el finado no hayan intentado forzar este expediente en la opinión pública, sin embargo, el éxito ha sido escaso.
Nadie cree realmente que el FMI o el gobierno de los EEUU y la UE pretendan que a CFK le vaya mal.
Los fondos buitres o un juez comercial del Estado de Nueva York no son convincentes como enemigos capaces de voltear a un gobierno o de hacer serio daño a la Argentina. Los aplaudidores profesionales podrán vociferar en contra de ellos por todos los medios disponibles, pero el partidario K común y corriente no cree en la peligrosidad de esos enemigos “mortales”.

Nacionalismo-Ambición. Esta variable es, con respecto a la anterior, su reflejo. Se da cuando el gobierno pretende, por las razones que le resulten convenientes, seducir a la población con inmensos proyectos de expansión territorial o política o ambas, buscan lograr el apoyo del común de los ciudadanos para tal o cual aventura expansionista, recurriendo a motivos raciales, políticos, ideológicos o económicos, o en muchos casos, a un cocktail de todos ellos.
Nuevamente, no es el caso de la Argentina de principios del 2013. De hecho lo opuesto es la realidad argentina.
Por motivos políticos e ideológicos, los K, a través de la castración y completa sumisión de las fuerzas armadas y de seguridad, colocaron a la Argentina en un nivel de vulnerabilidad que creo no tiene paralelos en el mundo, y ciertamente no en nuestra región, con la posible excepción de Paraguay. Aeronaves privadas con cargamentos de drogas surcan los cielos con total impunidad y las fronteras son apenas líneas en los mapas.
Por lo dicho, éste tampoco es un argumento para los simpatizantes K.

Entonces, ¿cuáles son los motivos para que al menos un 50% del padrón electoral apoye a CFK?

Procederé a enumerar las razones ideológicas que creo son las determinantes, excluyendo las de carácter material, por ejemplo las dádivas del Estado (planes asistenciales) o los “puestos de trabajo” que el gobierno dice haber creado, o los votos que puedan “comprar” con choripanes y ferias ambulantes con precios ficticios (carne para todos, pescado para todos, fútbol para todos, etc., etc.), puesto que ese apoyo es espurio y principalmente precario, desaparecerá cuando algún otro político hago uso del mismo expediente.

Simpatía. Sabido es que la muerte de su marido dio un impulso descomunal a CFK y que ella supo explotarla con gran éxito. Rápidamente se elaboró la figura de su marido como mártir de la causa nacional, y de ella como la continuadora, la viuda sensible pero fuerte que llevaría a la Nación hacia un futuro brillante.
A pesar de que es a todas luces una estupidez (propia de un argumento de las películas de “Historias del Corazón”) o quizás precisamente por ello, la masa compró, encontró simpática la figura de la viuda y, la apoyó masivamente en las elecciones del 2011. Sumado, por supuesto, a que la economía aún no había demostrado los primeros síntomas del descalabro que se perfila 14 meses después.

Al contrario del razonamiento del “filosofo” Feinmann, según el cual las mujeres odian a CFK, que es una “triunfadora”, porque son mediocres, sin imaginación ni logros personales, o algo así, de hecho muchísimas mujeres apoyaron a CFK, digamos que por los mismos motivos y por además haber sentido empatía hacia una mujer que sufrió una pérdida personal dolorosa. Este apoyo sentimental persiste, pero es el más frágil de los que enumeramos aquí y consecuentemente se ha debilitado mucho. Después de todo, incluso en las películas del corazón el papel de la viuda no es uno de sufrimiento eterno.

Resentimiento. Este elemento antecede a los K y es casi un clásico argentino.
Luego de un inicio prometedor y exitoso, la Argentina comenzó a languidecer para luego ingresar en una larguísima decadencia y llegar eventualmente al penoso estado actual, que bien visto, no es muy diferente al de muchas naciones pobres y atrasadas de África o Asia pero principalmente Latinoamérica.
Debido a que no somos muy dados a la autocrítica seria y meditada, invariablemente llegamos a la conclusión de que la responsabilidad de nuestros problemas es siempre de otros, de los países más ricos, de las multinacionales o de las ideologías que no entendemos ni aplicamos: los neoliberales, la “derecha”, los comunistas o lo que sea.
Ello nos genera resentimiento hacia aquellos que están mejor que nosotros, ya sea como conjunto o como individuos. Y es este pasatiempo argentino que los K han manipulado en forma muy efectiva (no sé si a conciencia o simplemente como una reacción natural de sus personalidades).
Al presentarse como abanderados de los humildes y contrincantes de las fuerzas hegemónicas que nos sabotean y hunden, como luchadores comprometidos con lo “social”, protectores de las “fuentes de trabajo” y enemigos del capitalismo internacional y local, lograron que una parte importante de la sociedad percibiera que sus propios prejuicios y confusiones se vieran reflejados en los gobernantes, sin comprender que: a) están equivocados y b) es una impostura.

Identificación entre Nación, Estado y gobierno. A los argentinos siempre les ha resultado difícil separar estos tres conceptos.
El país es el gobierno, el gobierno es el Estado, la Nación el país, etc. Creen que son conceptos intercambiables y sinónimos entre sí. Y la consecuencia directa de esta confusión elemental es la identificación del presidente de la República con el Estado, el Gobierno, el País y la Nación.
Más allá de que la Constitución establece un régimen presidencialista, los argentinos creen y desean que sea el presidente el líder único, la guía, el solucionador de problemas, el primer y último responsable. Y ya sea conscientemente o como consecuencia lógica de lo dicho, el presidente termina siendo no sólo la persona más poderosa del país, sino, en casos como el del finado Kirchner y CFK, la única persona poderosa. Y ese poder trasciende a la división de poderes y, eventualmente a la democracia.

Culto del Estado. Éste es el factor determinante y más profundo, el elemento que persistirá incluso décadas después de que la caída de CFK y sus secuaces.
De hecho es el motivo por el cual la Argentina produce la clase política que la dirige, es el origen de la corrupción y el estancamiento reinantes, de la inseguridad, la permanente crisis económica y los periódicos quiebres políticos y sociales que se suceden desde hace 83 años.
La concepción del Estado como la única fuente de todo es compartida tanto por aquellos que apoyan a los K como por los que los detestan.
Es el factor común entre los grupos más disímiles de la sociedad argentina.
Los sindicatos quieren que los servicios públicos sean estatizados (y de ser posible que se los den a ellos para administrar), es decir, exigen más poder para el Estado.
Por otro lado, los transexuales quieren que el Estado les dé un DNI que establezca el sexo de su preferencia. ¿Para qué? Para poder acceder a trabajos en el Estado, precisamente. Ni se les cruza por la cabeza pensar que su verdadero problema es que exista un DNI, que el Estado tenga un registro compulsivo de las personas, por lo tanto lo que piden es... más poder para el Estado.

Cuando hay un accidente en una ruta, cuando hay que hacer colas de horas para pedir un turno en un hospital público, cuando se corta la luz, cuando no andan los trenes, cuando un delincuente sale libre a pesar de tener condena firme, en resumen, cuando cualquier cosa funciona mal, los argentinos, con razón, se quejan del Estado. Pero, he aquí lo fascinante del problema, a pesar de que es obvia la completa ineptitud del Estado nacional o provincial para administrar cualquier cosa, la respuesta que dan en forma rotunda, colectiva y al unísono es: MÁS PODER PARA EL ESTADO.

El problema de la expropiación de YPF no fue la expropiación en sí, sino que lo hicieron con malos modales.
El proteccionismo de la industria nacional (que no invierte, que no genera trabajos, que fabrica porquerías a precios fabulosos) no está mal en sí; el problema es que lo implementa un funcionario de cuarta categoría y que es también muy maleducado.
La ley de medios (que nadie se ha molestado en leer) no es mala, ya que otorga al Estado poder sobre quien dice qué cosa, cuándo y cómo; el problema es que la quieren implementar en forma autoritaria.

En resumen, para los argentinos el Estado lo es todo, el origen y solución de todos los problemas, por lo tanto, es solamente lógico que cuando un delincuente especialmente descarado llegue a la presidencia y reivindique el papel absoluto del Estado en la vida de la Nación, los argentinos lo apoyen masivamente.

Como saludo, una frase:
“Un gobierno tan grande que puede dar todo, puede quitarlo todo”. Gerald Ford.






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